TITULO PARA UN CUADRO SUBREALISTA PARISINO
a un mimo
poeta, botella y perro
9 dic. 2008
27 nov. 2008
13 oct. 2008
LIMA ES UN QUESO
todos somos chinos
ceros y ceros sobre un uno
rayita de ojal contra nuestra gorda corona
huella de azote sobre tanto lomo
todos somos japoneses de kodak
cámara en mano
turistas del vecino
de ciclÓpea sonrisa hecha guiño de clik
aguaitando el baile de la carne
trémula ya mordida
Unos en danza de Ceros
señalización hecha despojos
flechas echadas
oh casi similares al uno
buscando su caricia de ladrido
casi ceros naciendo de mi boca
dulce paridor de ceros
chino sobre la carne
fabricante de chinos
somos es somos al revés
ceros y ceros sobre un uno
rayita de ojal contra nuestra gorda corona
huella de azote sobre tanto lomo
todos somos japoneses de kodak
cámara en mano
turistas del vecino
de ciclÓpea sonrisa hecha guiño de clik
aguaitando el baile de la carne
trémula ya mordida
Unos en danza de Ceros
señalización hecha despojos
flechas echadas
oh casi similares al uno
buscando su caricia de ladrido
casi ceros naciendo de mi boca
dulce paridor de ceros
chino sobre la carne
fabricante de chinos
somos es somos al revés
23 jun. 2008
LOS NIÑOS DEL ALGODON
LOS NIÑOS del algodón comen el azúcar rosáceo que los mantiene despiertos entre el aire anaranjado.
Hay que padecer livianamente el ver sus manos heridas por el continuo desmoñe de la flor blanca. Aquel bulto que recogen sus espaldas, tan suave y denso como cargar una nube.
Su altar es una antena donde incineran mechones de cabellos y pedazos de cuero.
Las ondas suben y corren apacibles por las veredas y jardines correctamente equivocados.
Ese gesto leve de abandonados posee sus cuerpos durante todo el largo día en que caminan las veredas quietas y sordas, de las fábricas quemadas; el umbrío destello nocturno que los fluidos ecos de los carros renuevan.
Los niños que cargan algodón, a través de los parques, pueden sufrir en dulce delirio la demora que ocasiona la excesiva densidad de su carga.
Saturados en cierto punto por el moho rosa que cubre el material podrido, pudieran comenzar a florecer cristalizaciones en sus humildes celdas.
Hay que padecer livianamente el ver sus manos heridas por el continuo desmoñe de la flor blanca. Aquel bulto que recogen sus espaldas, tan suave y denso como cargar una nube.
Su altar es una antena donde incineran mechones de cabellos y pedazos de cuero.
Las ondas suben y corren apacibles por las veredas y jardines correctamente equivocados.
Ese gesto leve de abandonados posee sus cuerpos durante todo el largo día en que caminan las veredas quietas y sordas, de las fábricas quemadas; el umbrío destello nocturno que los fluidos ecos de los carros renuevan.
Los niños que cargan algodón, a través de los parques, pueden sufrir en dulce delirio la demora que ocasiona la excesiva densidad de su carga.
Saturados en cierto punto por el moho rosa que cubre el material podrido, pudieran comenzar a florecer cristalizaciones en sus humildes celdas.
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